Shame es triste como lo es una novela de Houellebecq. Pequeños picos de excitación desembocando en insondables lagos de vacío… Fassbender, más que seducir, sobrecoge. Sus escenas de encuentros sexuales son coreografías perfectas del triunfo y el desencanto.
McQueen, como ya mostró que sabía hacer en Hunger, combina de forma magistral el uso de planos sostenidos, desbordados de información más o menos implícita, con una dinámica de diálogos muy viva, muy cercana, muy palpable.
Estéticamente, además, es una cinta impecable.